miércoles, 27 de abril de 2011

Hoy, hace 30 años...

…entré a trabajar a la UIA. Así es, el 27 de abril de 1981 fue mi primer día de trabajo en la Ibero. Si me permiten, y tienen tiempo y paciencia, quisiera platicarles esa historia de mi vida.

A finales de 1980 tenía una novia (como cantaba Napoleón, “Ella se llamaba Martha”) a la que maltrataban su padre y sus hermanos, típicos machos mexicanos. Una ocasión, cansada de sus golpes, me dijo: “Lalo, ya no aguanto más. Me voy a escapar de mi casa”. Y yo, como si me hubiera dicho “Vamos al pan”, le respondí, más fresco que una lechuza, digo, lechuga: “Pues te acompaño”…

En esa época yo estudiaba en la UNAM la licenciatura en Geografía, en la maravillosa Facultad de Filosofía y Letras. Iba como en cuarto semestre y lo único que quería era encontrarle sentido a mi vida, hacer algo útil por los demás. Y esa confesión de Martha me ofrecía la oportunidad de hacer algo por ella: acompañarla, cuidarla, protegerla. Yo le propuse ir a Zacatecas, con unos tíos que tengo allá, pero ella prefirió ir a Oaxaca, con unos tíos suyos.

Y así fue que en la madrugada de un día, a principios de 1981, después de dejarle una carta a mis padres en la que me despedía de ellos y les explicaba que no se preocuparan por mí, sin decirles con quién ni a dónde me iba, llegué a la TAPO con Martha y con unos cuantos pesos que pude reunir, para irnos a Pinotepa Nacional. De allí, tomamos otro camión, hasta un pueblito perdido en la serranía: Huaxpaltepec. Los tíos de Martha nos recibieron con sorpresa, pero también con generosidad: nos brindaron comida y un cuartito donde dormir. En cuanto nos quedamos solos, Martha y yo hablamos y acordamos una cosa: que nos cuidaríamos de no hacer nada que complicara nuestra situación, ya de por sí delicada. Uséase, pacto de abstinencia y castidad jajajaja

De inmediato intenté colocarme de maestro en alguna escuela, pero no llevaba papeles que acreditaran mis estudios. Martha tampoco llevó nada. Ninguno de los dos pensó en ese “pequeño” detalle. En lo que conseguía algún trabajo fijo, me puse a chambear en los camiones que llevan a la gente a los distintos poblados. Ya saben: son camiones de redilas, donde la gente va parada en la cabina de carga, agarrándose como pueda. Yo les ayudaba a subir y a bajar, a gritos les avisaba a dónde íbamos, a dónde habíamos llegado, en fin… Martha buscó trabajo de secretaria o recepcionista, de lo que fuera, pero pasaban los días sin que consiguiéramos nada. Nuestro gran problema, además de la falta de papeles, era la inexperiencia. A los pocos días, el poco dinero que teníamos se nos terminó.

Así las cosas, un día fuimos a la única casa del pueblito donde había teléfono, a llamarle a mis papás para que me mandaran dinero. En esa casita anotaban en una libreta las llamadas que hacían los vecinos, a dónde habían llamado y cuánto tiempo duró. De manera providencial, vimos que en la libreta estaba anotado que la tía de Martha había llamado al teléfono de sus papás (los de Martha). De inmediato nos dimos cuenta que nos había echado de cabeza.

Repuestos de la sorpresa, llamé a mi casa. Me respondió mi papá y le pedí que me mandara dinero, pero él me preguntó dónde estaba y me dijo que lo esperáramos allá, que él iría por nosotros. Esa misma noche realizamos la segunda fuga en menos de una semana, pero en esta ocasión lo hicimos en la oscuridad de la noche, mientras los perros nos ladraban y los niños nos perseguían gritando “¡Se escapan, se escapan!”. La verdad nos dolió irnos porque durante los días que estuvimos allí, convivimos mucho con los niños, jugando, cantando, platicando…

No recuerdo cómo, pero esa misma noche llegamos a Pinotepa Nacional, y pasamos una de las noches más largas y pesadas de mi vida. Al día siguiente mi papá nos encontró. Obviamente me dio una regañada fenomenal y me contó que el papá de Martha había ido a nuestra casa con la amenaza de que iba a matarme por haber “puesto en vergüenza a su familia”. Nos regresamos con él al DF y llegamos clandestinos a mi casa. Allí duramos varios días escondidos, hasta que mi mamá habló con los papás de Martha y se organizó un encuentro familiar para aclarar las cosas, que a la hora de la hora parecía un juicio sumario, porque los papás de ella a cada rato nos preguntaban: “¿Hicieron algo de de lo que tengan que arrepentirse?”, o bien, “Martha, ¿pero de verdad no hicieron nada malo?”, y nosotros no y no y no, porque en verdad nada había pasado. Pero fue una situación muy vergonzosa, humillante. Pero parece que era el precio que había que pagar para que “nos perdonaran”.

Al final de la reunión, quedamos que nos casaríamos lo más pronto posible. En lo que se realizaba la boda, Martha regresó a casa de sus papás donde, por cierto, ya no volvieron a ponerle un dedo encima ni a gritarle. Por mi parte, me comprometí a buscar un trabajo para sostener nuestro hogar. A los pocos días entré a trabajar una compañía de avalúos industriales de un tío, mientras reanudaba mis estudios en la UNAM.

Un día, mi hermana Gabriela, que trabajaba en la Dirección de Servicios Escolares de la Ibero, me dijo que habían creado un nuevo puesto, pero que nadie lo quería, ni en Escalafón ni en Bolsa de Trabajo, porque tenía un horario muy raro: de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 22:00 horas. La verdad no me convencía entrar a trabajar a la UIA (“pinche universidad de burgueses”, pensaba), pero finalmente acepté por dos razones: la primera, porque me quedaba a dos minutos caminando (vivíamos a espaldas de la vieja Ibero, sólo tenía que cruzar un camellón) y la segunda, porque ese horario me daría chance de seguir estudiando en la UNAM. Así fue que entré a la Ibero, “en lo que encuentro un buen trabajo”…

Llené mi solicitud de trabajo y la del sindicato. Todo fluyó sin contratiempos: a los pocos días estaba resuelto el asunto de la contratación y me avisaron que comenzaría a trabajar el 27 de abril de ese año 81. Supongo que cuando llegué al trabajo mi hermana me presentó con el entonces director de Servicios Escolares, el maestro Baldomero Carrera, y con mi jefe, Jacinto Silva. Este último me llevó a un escritorio donde estaba trabajando una muchacha, y me dijo que allí me quedara, en lo que me conseguían un lugar para mí. La chica ni volteó a verme, estaba con la cabeza agachada, concentrada en su labor. Yo me quedé petrificado, extasiado, embelesado. Jóvenes ilustres, aunque ustedes no lo crean, fue AMOR A PRIMERA VISTA. Ha sido la primera y la única vez que viví algo así.

A los pocos días hablé con Martha y le dije que ya no me iba a casar con ella porque me había enamorado de otra muchacha. Ella lo aceptó con tranquilidad, no me hizo ninguna escena dramática o chantaje. Pero yo me quedé con la impresión de que la había lastimado profundamente. La busqué, preguntaba por ella para saber cómo estaba, hasta que un día uno de sus hermanos me dijo: “Lalo, si de verdad quieres su bienestar, ya no la busques”. Y hasta allí llegó esa historia por la que entré a trabajar a la UIA.

Pero déjenme agregar unas cuantas cositas más. A lo largo de estos 30 años he hecho un poco de todo: estudié la licenciatura en Comunicación; comencé (pero no terminé) la maestría en Letras Modernas; he tenido varios ascensos (de Auxiliar B pasé a Auxiliar A, luego a Coordinador, después a Jefe de Medios y ahora, desde hace 14 años, como Jefe de Admisión); me involucré en diversas actividades sindicales (formé parte de algunas comisiones, del Comité de Huelga y del Comité Ejecutivo); he dado algunas clases (Introducción al Problema Social e Investigación de la Comunicación I); organicé actividades como las “Jornadas de Reflexión sobre la Guerra”, en 1990, y un ciclo de videos sobre la guerra en Chiapas, en 1995; produje y conduje durante tres años y medio un programa en Radio Ibero...

Le debo mucho a la UIA: aquí he logrado amores y amistades, he encontrado un espacio de libertad y de realización. He conocido a compañeros con quienes compartir el día a día, las clases de zumba, las bromas, los sueños e ilusiones, las dudas y las certezas existenciales, y esta nueva forma de comunicación que es la de los correos electrónicos, los blogs y el féisbug. Parafraseando a la gran compositora chilena Violeta Parra, puedo decir sin tapujos:

“GRACIAS A LA IBERO, QUE ME HA DADO TANTO”.

Abrazos y gracias por llegar hasta aquí.

Eduardo

9 comentarios:

  1. Ya viste que te sigo y te leo...??? Abrazos escaramujis!!!

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  2. Que buen relato Viejo Escaramujo, te confieso que me sorprendí que un chico de la Ibero, escribiera sobre Silvio, jejeje, sin embargo se que las instituciones de los jesuitas son de las mejores.

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  3. Me encanta tu historia, parecida a una novela, pero "real como la vida misma", me dirás.....
    Y me alegro que hayas tenido la suerte de desarrollar tus 30 años de vida laboral en un ambiente tan agradable, donde has encontrado buenos compañeros y amigos. No siempre es así, no todos tienen esa suerte. Por eso te felicito también.
    Te dejo un beso con sabor a helado de vainilla...
    María.

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  4. Ya te vi, mi querida Arlen, ya te vi jejeje

    Lunita, soy chico Ibero, pero "mi corazón azul es y mi piel dorada" jejeje

    Mi querida María (Tábata), gracias por ese beso de vainilla. me lo he chupado poquito a poco, para disfrutarlo plenamente. Besitos.

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  5. MI Querido Eduardiux.,
    De que estas viejo... estas vieeejisssimo!!!!


    Puma? y arriba el Zacatepec en las finales....

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  6. Desde hace poco tiempo, vistito segundacita, me llamaron la atencion sus comentarios, mi nombre es Ruben soy Anetesiologo hecho en CU, egrese en el año de 1998 de la especialidad, y emigre a Ciudad Juarez dizque corriendo de la iseguridad del DF, pero me salio cola. Me permiti leer tu relato muy interesante, y quizas parecido algun capitulo de mi vida, estoy capitulos de años mozos son dificies pero recordarlos es hermoso.

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  7. aaaaaaaaaaaaaaajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajjajajajajaja!!!!!

    De que estás viejo estás viejísimo!!! se anotó un 100 el viejo ....jajajajajajaa

    Ay escaramujis....!!! jajaja

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  8. Mi querido tocayo Viejo, ¿cuándo te dejas ver? A ver si me acompañas a la presentación del libro, va a ser el miércoles próximo, a las siete de la tarde, en el centro Cultural José Martí...

    JRubén, pu's estamos en contyacto, por si quieres seguir compartiendo anécdotas y experiencias de la vida. va un abrazo.

    Eduardo

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  9. me ha encantado la historia esta, parece de novela de verdad, precisamente ahora veia un video que decia que la realidad supera a la ficción, lo que te guardas es los datos de "tu amor a primera vista" y como te fue !! besos desde betera

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