lunes, 13 de febrero de 2012

Viernes 13 de enero de 1984 / 2012

Hoy es lunes, 13 de febrero de 2012. Esto debí haberlo escrito hace un mes, pero un problema de salud, que entre otras cosas me afectó la vista, me impidió redactarlo a tiempo.

Me refiero al 28 aniversario lucutuoso de mi padre, Luis Valtierra Larrauri.

Recuerdo que ese viernes, 13 de enero de 1984, me levanté temprano para irme a la Universidad Ibroamericana, donde trabajo desde abril de 1981. En ese entoncas yo formaba parte del Comité Ejecutivo del Sindicato de la Ibero y estábamos en plenas negociaciones por revisión del contrato colectivo de trabajo.

Cuando salí de bañarme vi a mi padre en la sala de la casa, jugando con un muñeco de mi sobrino Israel, hecho de un material plástico especial, pues podías estirarlo de los brazos o piernas, y simpre regresaba poco a poco a su tamaño original. Me causó mucha gracia ver a mi padre tan emocionado, lleno de una curiosidad infantil, estirando el muñeco, y, feliz, sonriente, ver cómo regresaba a su forma y tamaño anterior. Me acuerdo que era una especie de monstruo de la laguna verde, con cuernitos, colmillos y piel cuadriculada.

Me despedí de él y lo dejé jugando con el muñeco, estirándolo una y otra vez. Llegué a la reunión de las comisiones negociadoras del Sindicato y de la Ibero, pero alrededor del medio día me mandaron llamar: "Lalo, hablaron de tu casa, urge que te vayas para allá". Vivíamos a menos de cinco minutos de la Ibero, así que llegué en breves momentos. Toqué y me abrió la puerta mi hermano, Luis Rodolfo, quien me recibió con una frase lapidaria: "Hay que ser fuertes". ¡¿Quééééé?! ¡¿Qué pasó?! De inmediato me enteré de la terrible noticia: había fallecido mi padre de un infarto. Pero, ¿cómo?, si yo lo dejé jugando con el muñeco de Israel, no puede ser, no...

Mi papá nació en una familia humilde: mi abuelo era zapatero remendón y, a pesar de ello, junto con mi abuela crió ocho hijos. Mi papá sólo logró estudiar hasta la secundaria, pero en la escuela de la vida aprendió diversos oficios: electricidad, plomería, mecánica, carpintería, en fin. Durante la Segunda Guerra mundial le tocó hacer el servicio militar acuartelado, con la instrucción y la disciplina del Ejército. Años después, se fue a probar fortuna a Zacatecas, en compañía de su hermano Samuel. Entró a trabajar como electricista en una de las minas de Fresnillo, ciudad en la que conoció a Julieta Torres, mi madre. Se hicieron novios, se casaron y allá tuvieron a mis dos hermanos mayores: Luis Rodolfo y Julieta.
Después de algunos años, se vinieron a la ciudad de México y se fueron a vivir a un terreno que tenía mi abuela Micaela en la colonia del Carmen, Coyoacán. Allí compartieron el espacio con el resto de mis tíos y primos. En esa época nacimos mi hermana Gabriela y yo. Años después,a petición de mi mamá, nos fuimos a vivir a la colonia Hermosillo ("De la familia como del Sol: mientras más lejos, mejor", decía mi madre), una pequeña colonia formada por sólo cinco manzanas, que queda entre las colonias Prado Churubusco, Campestre Churubusco y Paseos de Taxqueña, atrás de la vieja Ibero. Allí nació mi hermana Claudia Alicia, la menor de los cinco.

Cuando regresaron a México, mi papá se dedicó a la construcción, como chofer materialista. Compraba camiones de volteo medio destartalados, los componía él solo y los trabajaba llevando y trayendo cascajo, ladrillos, arena, cemento, lo que fuera. Lo malo de ese trabajo es que podían pasar semanas y meses sin que le pagaran los contratistas, así que mi mamá siempre se la pasaba tronándose los dedos, sacando dinero de donde pudiera, haciendo milagros con el escaso dinero que le daba mi padre.

Cuando la cosa se puso difìcil en el país, que comenzaron las famosas y eternas crisis económicas, mi papá batalló mucho para encontrar trabajo. Tan dura estaba la cosa, que en lugar de acarrear materiales para la construcción, tuvo que dedicarse a acarrear basura.

Cuando yo era niño, era el consentido de mis padres; era lo que se podía llamar un niño modelo: bien portado, estudioso, uséase, un asco de chamaco. Cuando salí de la secundaria, entré al CCH Sur, donde conocí la libertad y comencé a volverme rebelde, a involucrarme en las luchas estudiantiles, a la vez que iniciaron mis conflictos con mi papá, ya que le preocupaba que fuera a mítines y marchas por lo que pudiera sucederme. Yo reaccionaba de mala manera, con esa rebeldía de adolescente que no mide riesgos ni consecuencias. Debido a nuestras diferencias, dejamos de hablarnos muchos años.

Para mi fortuna, pude acercarme de nuevo a él antes de su muerte debido a dos circunstancias: la transmisión por televisión de los partidos de beisbol cuando jugaba Fernando Valenzuela, y las invitaciones que me hicieron para cantar en el Museo de Culturas Populares, después de que participé en un concurso de canto obrero con mi canción "Dignidad obrera" y fui seleccionado entre los diez ganadores. Esos últimos meses que logramos acercarnos mientras veíamos un partido del Toro Valenzuela, que de manera callada y gradual nos reconciliamos mientras me acompañaba a uno de mis "conciertos", es lo que me da aliento para saber que nunca es tarde para decir "Perdóname" y "Te quiero", como le digo a mi padre cada vez que lo visito en su tumba: "Papá, perdóname por lo tonto que fui, por tantos años de absurdo silencio y alejamiento de mi parte. Te amo".

Después de ello, les canto a los dos, a mi madre el "Madrigal" y a mi padre el "Priscliano Valadés"...

MADRIGAL

Letra de Ventura Romero

Música de Ventura Romero

(http://www.youtube.com/watch?v=h5vhqcNUEpQ&feature=related)

Qué bonito es el sol de mañana,

al regreso de la Capital,

ay, qué linda se ve mi Susana

cuando va corriendo

por entre el trigal.

Ya se ve la barranca y el puente

y mi perro me viene a encontrar,

el sembrado se queda pendiente

porque ya los bueyes no quieren jalar.

La humareda de mi jacalito

ya se extiende por todo el trigal

y en el fondo se ve el arroyito

que todas las tardes me suele arrullar.

La humareda de mi jacalito

ya se extiende por todo el trigal

y en el fondo se ve el arroyito

que todas las tardes me suele arrullar.

PRISCILIANO VALADÉS

Letra y música de autor anónimo

(http://www.youtube.com/watch?v=SjQ48Mv5v04&list=UUK_nmoBr0iulyEWb_fR1iAg&index=37&feature=plcp)

Prisciliano Valadés, el amigo de los hombres,

tú, que disfrutas de la vida y los placeres.

De León a Lagos vas en busca de las mujeres.

Prisciliano Valadés, olvídalas, por Dios.

Mira, que por ellas, te van a hacer pedazos.

Mira, que por ellas, te van a deshacer.

Lo que yo quiero es caer

a purititos balazos.

Prisciliano Valadés, olvídalas, por Dios.